González Orozco es dibujante, grabador, escultor, pintor de obra de caballete y muralista. Su primer contacto con la pintura y el muralismo lo tuvo cuando su padre lo presentó con el maestro Leandro Carreón, quien en ese tiempo se encontraba realizando dos murales en una de las estaciones de ferrocarril en la ciudad de Chihuahua, y acogió al jóven como aprendiz. A los 20 años se fue a la ciudad de México para ingresar a la Academia de San Carlos, en donde conoció al gran maestro Diego Rivera.
Su obra de caballete es figurativa, catalogada como realismo poético. Ha realizado siete murales, dos de ellos en el Salón de Carruajes Históricos del Castillo de Chapultepec, relativos a la vida y obra de Benito Juárez; uno, de 15 metros de longitud, en la casa que habitó Francisco I. Madero en San Pedro de las Colonias, Coahuila; y La medicina en México, en el Hospital de Jesús de la ciudad de México.
Su obra ha sido presentada en México, Canadá, Estados Unidos, Polonia, Rumania y Nueva Zelanda.
Esta exposición conjuga la exhibición de una muestra de la obra de caballete del Mtro. González Orozco, con los murales que han sido clave en su desarrollo artístico.
“…En su primera época, la de aprendizaje, pintó series de cuadros, al óleo o con acrílicos sobre telas y tablas, con momentos cotidianos del barrio de la merced. Por aquel entonces vivía en la Casa del Estudiante que se ubicaba enfrente de la iglesia de El Carmen, en la Plaza del Estudiante. Sus obras tenían como tema al bolero, a los miserables tirados en la calle, los zapateros remendones, al cabaret, a las prostitutas de la esquina bajo el farol, el marigüano, la vendedora de chichicuilotes, los obreros yendo al trabajo en las mañanas de lluvia y con la bruma existencia; en fin, vistas que el ojo detenía, congelaba para la posteridad, en tanto documentos estéticos más que en realidad innegable.
“Existe paralelo entre esta obra y las que configuraban artistas como Gilberto Aceves Navarro y Rafael Coronel. Misma temática, indefinición, uniformidad, inconformidad. Sin embargo, todos tomaron su camino, lograron estilo y son trascendentes. Trascendencia crepuscular. Definición en temas, proceso, método, idea y forma.
“González fue determinante: proseguiría con el expresionismo realista que contenía al realismo y a la realidad poética. Así, sus lienzos presentaban hechos acerca de la niñez anónima: tristeza; pequeñas alegrías furtivas de los tragafuegos y papeleros; de vendedores de pepitas, charamuscas, algodones, globos; infancias solitarias, melancólicas, evocadoras del inmediato pasado. Tiempo y espacio de pobreza y desesperación. Ayer, igual que hoy. Horas ensimismadas.
"Esa temporalidad la utilizó González Orozco para convertirse en el pintor, el expositor de la niñez. Pero más que plasmar realidades eran reinterpretaciones de los niños, metamorfosis de lo que pasó. Algo parecido a lo que realizaron Juan Soriano y en contadas ocasiones Gustavo Montoya, a quien perdió el interés económico, hasta que se revaloró con una exposición llamada muros.
“La cercanía intelectual de González con Diego Rivera, lo llevó a pintar niños asomándose a los quicios de las puertas, mirando de frente, al infinito, para el daguerrotipo, sentados en sillas rústicas, con fondos de jardines, selváticos o con muros y bardas umbrías, resquebrajadas. Mirada penetrante, fija y ausente. Hizo retratos pormenorizados de alma fatigada. Por eso se descubren, difuminados, antecedentes, más como ideas que como formas, de la galería de espejismos que son los niños y niñas de Renoir. Como también prolegómenos son los niños de Bustos. Los de Horacio por supuesto que no, ya que fueron concesión y banalidad…
“En el retrato existen el personaje y el pintor. Extraño casamiento. Después de analizar los grandes retratos de la historia ya no parecen ni tan extraños ni tan casuales o escandalosos. Son familiares, rompecabezas de sensibilidad, atracción-desatracción y talento. Alguna vez González se introdujo al tenebrismo: monjas en procesiones prohibidas, seres deambulando en parajes solitarios, oscuros, clarificados por la luz de la oscuridad y el sello nocturno. Y volvía y volvía a sus planteamientos acerca de la naturaleza muerta y llegaba a límites peligrosos. En ámbitos verdes iban surgiendo hojas extrañamente crecidas, saliéndose del cuadro, también de colores verdes. Verde como símbolo de la vida del acá y la del más allá.
“González sorprendía en cada nueva exposición. Se volvía más sintético. La imagen del niño o del ser plasmado parecía un santo diluido con halo evanescente, indefinido, fosforescente, pálido, delicuescente. Y volvió a sorprender con las imágenes en las que exaltaba, como sin querer, lo mexicano, a través de los niños indígenas en su hábitat, sublimados, llenos de color inexistente, surgidos de la nada filosófica, pero de realidad poética con cauda nostálgica…”
“Esta es la cualidad de González Orozco: Reconstructor, arquitecto del pretérito y rapsoda del porvenir…”
Antonio González Orozco en Wikipedia.
Antonio González Orozco en Technolographics.
Antonio González Orozco. Un gran muralista (II parte) artículo de Jesús Vargas en El Informativo.